martes, 20 de noviembre de 2012

Himalayas, Annapurna... Un encuentro sagrado (primera parte)


Esta entrada será algo diferente a las anteriores por algunas razones. Una de ellas es que a lo largo de los días fui escribiendo un diario con cada experiencia que iba sintiendo, y me parece interesante transcribir algunos pasajes. Y la otra razón, es que fue para mi un encuentro muy especial en muchos sentidos, algo muy profundo.

Este es el principio de un diario que acompaña la experiencia de caminar por los Himalayas a lo largo de unos días.
Dentro de Nepal, existen dos ciudades mas conocidas y visitadas que otras. Una es la capital del país, conocida como Katmandu. La otra es Pokhara, un pueblo pequeño a orillas de un lago y a los pies de una cadena montañosa que pertenece a un escenario maravilloso.
Desde ahí existen distintas opciones para elegir trekkings de diferentes tiempos y dificultades.
Elegí uno de los mas exquisitos para conocer, pudiendo andar entre ocho y diez noches. Su nombre es Annapurna ABC (Base Camp).
Al llegar a Pokhara me reencontré con Anton, con quien estuve viajando hace tres meses por Laos y Vietnam. Juntos tramitamos los permisos y nos equipamos con algunas ropas que nos hacia falta para llegar hasta los 4130 mts de altitud.
Al día siguiente, nos despertamos temprano, y nos fuimos hasta la agencia de viajes para contratar un auto hacia donde comienza el trekking, y encontrarnos con Lisette (USA), Anna y Alex (Francia) para iniciar juntos el camino.
Viajamos en auto hasta el pueblo de Kande, a unos 45 kms de Pokhara.
La mochila bastante pesada, porque habíamos comprado algo de comida, entre chocolates, galletitas, rum, etc.
Al rato de comenzar, una seguidilla de escaleras de piedra bastantes pronunciadas, y enseguida, necesitamos parar a descansar, y comer algo.
Llegamos al primer campamento de nombre "Australian Camp" y nos detuvimos a tomar un te y decidimos seguir hasta "Pothana".
Pero resulto estar muy cerca y resolvimos seguir hasta "Pitam Deurali". En total no caminamos mucho. Habrán sido unas dos horas y media; pero empezamos al mediodía, con la mochila muy pesada, y también hacia falta aclimatarse de a poco físicamente.

... estamos a 2100 mts de altura. El campamento es como una gran terraza sobre una de las montañas, con una gran familia, que atienden dos alojamientos, restaurantes; y quienes van llegando consiguen una habitación y se dedican a tomar fotos, compartir, comer, descansar, etc...

... una vez deje la mochila, necesite cambiarme la ropa y abrigarme mucho.
Cuando el sol se pone temprano por detrás de las montañas la temperatura cambia y baja mucho.
Camine un rato, conociendo el lugar y la gente. Al rato me senté mirando el horizonte, la cadena de montañas, los picos nevados y una luz mágica previa al anochecer.
Agarre la cámara de fotos, y subí hasta la cima para ver mas alto. En ese momento, la luna llena salía por encima de una montaña. Era de tamaño muy grande, estaba baja y parecía muy cerca.
Me quede maravillado de tener el privilegio, de estar presente en esta noche, en lo alto del mundo, viviendo esta experiencia.
Al rato me tome un te para entrar un poco mas en calor, y volví a la cima, ya de noche, disfrutando del silencio y de la creatividad del momento. De sentirme parte de la naturaleza, y poder observar la armonía de las plantas, los arboles, la gente del lugar; siendo testigo de los cambios astrales. Y sentir la sincronía, esa vibración tan perfecta, que se siente entre lo natural.
Mis pensamientos llenos de una energía limpia, de amor, de humildad, de confianza; me permiten sentirme en plenitud y paz.
Cuanto puedo escribir de como vibro en la montaña ! La fluidez de mi energía, la potencialidad pura, en donde hay voluntad para todo.
Puedo sentir los latidos de la tierra. Estoy aprendiendo, afianzando ideas y sueños.
Siento la magia que hay alrededor, y termino estas palabras acostado en mi cuarto. Antón y Lissete duermen. Afuera es todo silencio.
Agradezco la vida, este momento...

... Esta mañana sentía un poco de frío, durmiendo justo pegado a una ventana, y ademas no había cerrado por completo la bolsa de dormir. A eso se sumaba que necesitaba ir al baño, y como no se encontraba dentro de la habitación, tuve que juntar coraje para afrontar el frío de la mañana.
Pero al salir vi un horizonte maravilloso, totalmente lleno de colores pastel, anunciando en próximos minutos la salida del sol.
A este mismo escenario, se sumaba que no había absolutamente nadie fuera de sus casas.
Enseguida entre a la habitación, me vestí como correspondía para tan baja temperatura. Me senté en una colina a contemplar la armonía que envuelve el amanecer, y si me detengo a mirar, a sentir en quietud; se puede vibrar de un modo sutil pero evidente...

... en este tiempo viví lecciones muy claras de la quietud. Porque en todo la hay, pero muchas veces debajo de un ruido que no me permite escuchar ese silencio que es mi brújula. En ese lugar, el corazón late a un ritmo en el que se hace escuchar por encima de la mente.
Soy consciente del instante presente y me reconozco con muy pocas pertenencias materiales, y muy lleno de espíritu y alma.
Que tan simple es la vida cuando disfruto mucho lo mucho que tengo, que es poco, pero solo lo que necesito...

... Disfrute de pasar un buen rato meditando, sentado hacia la montaña que tapaba el sol, el cual como cada día la trepa para subir hasta lo mas alto del cielo.
Comencé a escuchar movimiento en las casas. Los lugares para desayunar, los nepalises comenzando con sus tareas, y algunos viajeros ya preparados para seguir camino.
Se fueron despertando los chicos de a poco, entre ellos Anton, que cargaba entre congestión, fiebre y emociones aflorando.
Terminamos saliendo mas tarde de lo pactado, y los retrasos comenzaban.
Teníamos un plan que era llegar a "Jhinu".
Mi idea era caminar sin parar demasiado, y así llegar pasado el mediodía al campamento y tener la tarde por delante para disfrutar del clima caluroso, el cielo despejado, y tiempo para hacer algunas cosas.
Pero inevitablemente, cada parada eran entre veinte y treinta minutos por diferentes razones, hasta que Anton no pudo seguir y regrese para encontrarlos y saber que pasaba.
Ahí estuvimos una hora, mas la comida, y continuar con Anton sintiéndose mal.
Pasamos por "Tolka", "Landruk"; y la tarde y el sol anunciaban su retiro no muy lejano.
Así, tuvimos que cambiar los planes y dormir en "New Bridge"...

... una recorrida para buscar algún lugar donde mirar los picos nevados que se dejaban ver por encima del mismo cañadón donde estaba nuestro campamento. Algunas charlas mientras esperábamos la comida.
Me había pedido como de costumbre un Dal Bhat, un plato grande entre arroz, papas, espinaca, y lentejas; muy típico de Nepal que se come con la mano.
Un te con chocolate, y a la bolsa de dormir para descansar.
Y realmente sentía el cuerpo cansado y la mochila pesada...

... empece a sentir las voces de los chicos y entendía que era hora para levantarse, pero sentía que afuera hacia mucho frío, y adentro de mi bolsa de dormir estaba muy a gusto.
Sentí al mover las piernas que los gemelos me dolían y me pasaban la factura del día anterior.
Me desayune para arrancar bien fuerte, una rica sopa de vegetales y ajo.
Tarde un poco mas en hacer la mochila y salimos un poco mas tarde.
Eran las ocho y media cuando arrancamos a caminar, y a la hora larga después de comenzar una subida ininterrumpida llegue a una de las paradas. Me detuve para llamar por teléfono al campamento donde dormiríamos para reservar los lugares. Y así, aproveche para tomar un te con unas galletitas, y esperar a los chicos para decidir entre todos.
Estábamos a cinco horas de nuestra posible parada. Reservamos en "Bamboo" y al rato continuamos camino...

... a esta altura el grupo estaba sacando chispas, porque llevábamos diferentes ritmos, y las paradas se hacías muy largas.
A mi me sucede, que me enfrió el cuerpo y los músculos, y me cuesta mucho mas continuar. Se me hace largo y me empiezo a fastidiar. Y así, lo espere a Anton en una de las paradas, y continuamos juntos. Entre todos intentamos encontrarnos en cada una de las paradas.
En un momento, andaba junto a Lissete, y la encontré llorando porque sentía la frustración de no saber si continuar por un tobillo que tenía con dolor. La acompañe e incité a que siga caminando...

... por momentos, me sentía muy agotado, y la mochila me seguía pesando mucho, pero en ningún momento pensé en detenerme, porque ademas descubriría que en los momentos de mayor agotamiento podía continuar bajando el ritmo casi a un nivel muy sutil, pero aunque lento, paso a paso avanzaba.
También encontré en la música un estimulante. Viajaba con ella en medio de paisajes deslumbrantes, rodeado de montañas, de naturaleza viva, y a una distancia importante de la ciudad mas cercana.
A esta altura, ya habíamos atravesado varias montañas y estábamos inmersos en los Himalayas...

... en una de las ultimas paradas, se dio una pelea entre Anna y Anton que corto el aire, y a partir de ese momento cada uno subió a su ritmo y en silencio.
A mi resulta muy interesante prestar atención en las mentes y las emociones a lo largo de una montaña. Es posible reconocer algunas características de los comportamientos que tenemos frente a situaciones algo extremas, y ademas el lugar en el que se encuentra la mente en ese momento.
Poder aprender a comparar la subida de una montaña con la vida misma. Las emociones que van surgiendo, como van cambiando, y la polaridad de las mismas...

... alrededor de las cinco y media llegue a "Sinuwa" lo que seria nuestra hogar por esta noche. Rentamos una habitación para los cinco, y cada uno comió a su tiempo, y se dedico a estar en armonía, menos los franceses que peleaban en la habitación.
Me fui a un rato a unas escaleras de cultivo, alejado de las pocas personas que había,a tocar el tambor y escribir.
Después me fui para el comedor, y comí como cada noche mi rico Dal Bhat, un te y chocolate.
Había tomado la desicion que al día siguiente me despertaría temprano y respetaría mi programa y mi ritmo...

... durante la noche fue imposible no sentir en dolor en los gemelos. En cada movimiento me dolían. Y ademas estaba congestionado y no tuve el mejor descanso.
A las seis y media de la mañana me levante, arengue a la manada, y como el ambiente la noche anterior no era el mejor, todos comenzaron a prepararse temprano. Tomamos el desayuno, y como cada mañana una sabrosa sopa de noodles con vegetales.
A las ocho de la mañana, ya estábamos preparados para comenzar la caminata, y había un plan que mas o menos coincidía para todos, aunque estaba claro que cada uno seguiría a su ritmo.
Teníamos alrededor de cinco o seis horas caminando hasta llegar al campamento "Himalaya".
Comencé muy concentrado, y con el objetivo claro de cumplir con el plan de parar poco, y llegar temprano para descansar la tarde.
Así llegue al primer parador con mucha energía. Había caminado dos horas y recién eran las diez de la mañana. Estaba el sol radiante.
Aproveche para tomar un te, y al rato llegaron Lissete, Anna y Alex.
Confirmamos un encuentro en el próximo parador y continué camino con Anton...

domingo, 18 de noviembre de 2012

De Rishikesh a Kolkata... Nunca jamás te rindas !!

 
Aprovecho estas líneas como terapia para canalizar algunas horas de salvajismo y locura vividas en New Delhi.
El 20 de Noviembre tengo mi vuelo desde Kolkata a Bangkok, para lo cual, y con las ganas de no correr a ultimo momento, averiguo por el viaje en tren, y me madrugo que son 32 horas desde rishikesh, pero que por el festival Dewali esta todo agotado, y que llegar en diferentes buses puede llevarme unos cuantos días.
Tras pensar un poco las variantes que tenía, que no eran muchas, decido tomar un bus hasta New Delhi, que son unas siete horas de viaje. Salí el 17 de Noviembre alrededor de las diez de la mañana, y a eso de las seis de la tarde estaba en la estación de buses. Antes de partir de Rishikesh, en algunas agencias de viajes, se me rieron cuando mencione la posibilidad de viajar hasta Delhi e intentar conseguir un boleto de tren hasta Kolkata.
Pero perseverante que estoy, y con una fe ciega, y digo ciega, porque de no conseguir pasaje no conozco otra alternativa para llegar, y en buses parece ser muy complicado, sumando a esto que si bien tengo un margen, estoy un poco contra reloj por el vuelo a Bangkok. Y se le suma un detalle, que a mi compañía se sumo una valija bastante pesada con algunas compras de ultimo momento, que nomas al salir del hotel, se quedo sin ruedas.
Al bajar del micro en Delhi, caí en la cuenta que eran las seis de la tarde de un sábado y que el tránsito estaba imposible. y los taxistas me veían con una mochila y una valija enorme, y se les hacia agua la boca para cobrarme hasta cuatro veces mas de lo que podía salir un viaje hasta la estación de tren.
Y a partir de este momento, comenzaron una serie de episodios para poner a prueba mi paciencia, tolerancia, y todas las enseñanzas que debi haber adquirido en estos meses.
Me encontraba arrastrando una valija muy pesada sin ruedas y la mochila a mi espalda, y estaba claro que de esta manera muy lejos no podía ir. Así que, tras un poco de actuación consigo negociar un buen precio de rickshaw, pero cuando me pregunta a cual de las dos estaciones necesitaba ir, ni yo ni el teníamos idea. Así que, mi nuevo amigo termina decidiendo llevarme a la vieja estación.
Al llegar, era evidente notar porque India es el segundo país mas poblado del mundo con 1.200.000.000 de habitantes. Y en la mayoría de los casos, ni orden ni organización.
En muchas de las estaciones hay una oficina para turistas para facilitar la compra de boletos, pero nadie me sabia decir en que lugar de la estación se encontraba. Y realmente es enorme, con mas de quince plataformas, y unos 700 mts de largo.
El único objetivo era conseguir un boleto camino a Calcuta.
Con lo primero que me encuentro es con ventanillas para hacer la compra, con algo mas de cuarenta personas por ventanilla, sin hacer cola, empujandose los unos a los otros, gritando, peleando; y encima yo con una mochila en la espalda y mi valija arrastrada. No era posible por ese medio.
Así que opto por entrar a la estación y buscar la oficina para turistas. Y al intentar ingresar, un fila de cien personas para previamente pasar los equipajes por scanners. Finalmente, ingreso y voy de una punta a la otra, pero no encuentro nada. Le pregunto a algunos policías, y sin entenderles bien lo que me decían me señalan el otro lado de la estación cruzando por un puente las 16 plataformas. O sea, que tenía que subir y bajar el puente con la valija. Pero respiro y lo hago. No había tiempo para pensar demasiado, y lo que hacia falta era acción.
Ya del otro lado, sigo buscando y nada, mas que algunas ratas merodeando la basura, y muchas personas acostadas por todos lados.
Vuelvo a salir de la estación para ir a las ventanillas de venta, y buscar la forma de llegar a preguntar por un pasaje a Calcuta. Entonces se me ocurre dejar la valija en una oficina donde se alquilan lockers y moverme mas cómodamente de una lado al otro. Y claro, nuevamente, la fila para los scanners. Ya solo con la mochila en la espalda, me mezclo entre ellos a los empujones, porque sino es imposible llegar. Ademas cuando estas intentando hablar con el vendedor, hay muchos atrás tuyo gritando por su boleto, empujando, y acercando la cara a la ventanilla como si uno no estuviera, y como agregado, yo intentando hacerme entender con el boletero que necesito viajar hoy mismo, y con cara de incrédulo, me indica que es impsosible, a lo cual en semejante circunstancia ya no hay lugar para mas preguntas.
Cuales son las opciones ? Golpear todas las puertas de las oficinas de la estación hasta que alguno se apiade de un turista desorientado entre tanto caos. Que me ha sucedido en otras ocasiones, hasta incluso invitarme a pasar dentro de la boletería para poder entenderme mejor, pero eso ha sido en otra ciudad, y aqui parece que todo funciona como en las grandes ciudades, donde salvese quien pueda es la bandera que se lleva en mano.
Y así, me pasean desde una oficina a otra, hasta que llego al manager comercial, al cual espero veinte minutos a que llegue a su oficina, y al verme me indica que no hay boletos, y algo mas que no le pude entender, y como le seguía preguntando para saber algo, aunque sea donde estaba la oficina para turistas, casi termino pidiéndome que me vaya. Pero lo mas importante, fue que comprendí que se encontraba en la nueva estación a cuatro kms de distancia.
Evidentemente, no tenía mucho mas por hacer ahí. Así que fui a buscar mi valija y salí para buscar un rickshaw que me llevase hacia allá. Claro, que en el camino, se detuvo en dos agencias de turismo, intentando que consiga comprar el pasaje ahí para llevar su comisión. Hasta que en la segunda oportunidad termino entendiendo muy claramente y de la forma que hizo falta, que vaya hasta la estación.
Y al llegar, algo parecido a lo anterior. El escenario era literalmente el mismo. Incluso necesite subir y bajar el puente para cruzar hacia el otro lado. Ya no tenía idea de la hora que era, pero habían pasado algunas horas, y el tiempo se acababa.
Consigo reconocer que fue la misma estación en que había estado hacia dos meses, y ubico la oficina para turistas, solo que ya eran pasadas las 20 hs y estaba cerrada. Y en el camino, los buitres que ven a uno desorientado y te quieren cruzar a las oficinas de enfrente para venderte los boletos que te venden mas económicos en la estación, aunque en este caso, si hubiera, lo habria pagado sin ningún problema. Pero ya era sabido que no.
Me acerco a una ventanilla, pero esta vez con menos gente, pero la misma respuesta negativa y los boleteros ya cansados, sin animo de colaborar demasiado con la causa.
Nuevamente, una fila para ingresar con los equipajes por los scanners, y mi respiración era como un tubo de oxigeno en las profundidades del mar.
Recorro la estación buscando entre las oficinas algo o alguien que pueda aportar un poco de ayuda. Y decido llevar la valija al locker y tener mas movilidad y ganar tiempo.
Incluso a esa hora un sábado a la noche tampoco había mucha oficina abierta.
Y entro a la de los inspectores, y aunque en general mucha respuesta no me daban, y tampoco era su tarea atenderme a mi, hubo uno que se sentó y me supo decir que pregunte por una ciudad que esta cerca de Calcuta, a solo dos horas, y que tal vez había lugar.
Así que volví hacia las ventanillas, pero el hombre me dijo que estaba completo. Y la única respuesta, era que había un nuevo servicio a las siete de la mañana, y que si quería vuelva a las cinco de la madrugada para intentar de nuevo.
Así repase, las opciones que no eran muchas. Si no lograba viajar esa noche, y decidía volver a las cinco, tal vez debía pasar la noche en la estación, pero tampoco había certeza de que pudiera viajar.
Y así, volví a los inspectores casi buscando mas consuelo y contención, que soluciones. Y esta vez me escribió en un papel el numero de tren que me había mencionado anteriormente, y volví a la ventanilla, y la respuesta fue la misma. "puede venir a las cinco de la mañana y probamos".
Y así seguí agotando variantes, hasta incluso cruzarme a una oficina en la calle e intentar averiguar alguna nueva alternativa. A lo que el hombre muy honestamente me dijo, que la mejor opción era subir sin boleto, en segunda clase, posiblemente sin asiento, con mochila y valija, inventarle una historia al inspector e intentar continuar camino. Pero la info que tenía anteriormente, es que son bastante estrictos, y cobran multas bastantes grandes, y encima te hacen bajar del tren. Y ya me imaginaba yo, bajando vaya a saber en que lugar perdido de India, con todo mi equipaje, y sin boleto para ir a ningún sitio.
Algo desorientado, pero con la confianza intacta, regrese a la boletería, que ya siendo bastante tarde no había tanta gente, y el boletero me dijo que había un servicio que estaba demorado que debio salir a las ocho de la noche, y que saldría a las una y media de la mañana, y podía acercarme de nuevo a la una para probar suerte. Seguí dando vueltas, por la estación, pasando por la oficina de inspectores buscando nuevamente la contención que todavía no encontraba. Y a esta altura, mis pensamientos rondaban entre subir sin boleto o quedarme como un paria hasta encontrar una solución. Y testarudo como soy, volví a la boletería, y se hizo el milagro, cuando me informa que se libero un lugar en primera clase, y que vuelva a la una. Pero debió haber visto mi cara, y me pidió un minuto, y al regresar me pregunto si estaba dispuesto a comprarlo. Enseguida saque el dinero, y boleto en mano me fui a esperar las dos horas que faltaban para zarpar rumbo a Calcuta.
Y acá me encuentro, en el tren, después de 22 horas de estar viajando en una recamara con tres hombres mas, en primera clase, con comidas y bebidas incluidas viajando muy cómodo en un tren que debió salir antes que yo llegara a la estación.
Cada uno, tiene la posibilidad de verlo desde su propia óptica. Y mas allá, del movimiento que no fue fácil, y ciertos momentos de fastidio, logre conseguir el boleto que nunca dude iba lograr comprar en medio de situaciones algo complejas, llegando finalmente a Calcuta un día antes de mi partida a Bangkok.
Pudo haber sido suerte, la confianza, mi fe inquebrantable; pero por la razon que sea, lo cierto es que nada es imposible.

jueves, 25 de octubre de 2012

Entre Varanasi y el Ganges


Al escribir acerca de esta ciudad, se me despiertan sensaciones intensas al igual que controvertidas, y esto tiene que ver exactamente con lo que puede ser una descripción de Varanasi.


Me habia despedido en Calcuta de Gaston, sabiendo que nos volveríamos a encontrar en un par de días.
Tenía ganas de llegar a la estación de tren en un autobús local, y así me vi caminando unas cuantas cuadras preguntando el numero de autobús, y el tiempo estimado para llegar. Mientras tanto el cielo comenzaba a mostrar signos de una próxima y no muy lejana tormenta. El tránsito en horas pico, llegando al final de la tarde, es realmente caótico, como en casi todas las ciudades. Y necesite dejar pasar dos autobuses que iban con gente colgada por todos los costados, y me resultaba muy difícil pedir permiso para subir con mis dos mochilas. Así es, que quedaría para otro momento el viaje en autobús, y me ocupe de conseguir un taxi para llegar a la estación.


Seria mi primer experiencia, viajando en un tren de la India, y tampoco tenía mucho conocimiento de las salidas, las demoras, e incluso en algunas ciudades hay hasta dos estaciones de tren.


Con el ticket en la mano, tenía la reserva en "clase sleeper", del servicio básico con ventilador.
Debo decir, que en India existe una de las mejores redes para viajar en tren casi a lo largo de todo el país, y a un precio muy económico.
Unas doce horas de viaje, con la fortuna de haber muchos servicios nocturnos, se puede pagar 400 rupias (equivalente a 8 usd).
Cada vagón esta conformado por varias recamaras abiertas con un total de 8 camas colgantes, y a lo largo del viaje la recorrida constante de vendedores con comida. Y claro, que el resto del espacio del tren, desde pasillos, puertas y baños es ocupado por muchos indios sentados, y acostados en posiciones y condiciones para muchos imposibles. La tolerancia es una de las virtudes que esta tierra me va enseñando en muchas ocasiones. Donde las personas desarrollan su vida aceptando las circunstancias que se le presentan, sin esconder una sonrisa y fe absoluta.
El viaje en tren fue una experiencia fabulosa, teniendo en cuenta, que todos los que lo conformaban eran indios, y les llama mucho la atención cuando se cruzan con un occidental y pueden pasar largos ratos mientras te miran con una curiosidad sin prejuicio; intentando, principalmente los hombres, entablar una conversación y conocer desde que país llegamos.


Enseguida baje del tren, me cruce con un hombre que indicándome donde era la salida de la estación, y como si me conociera de toda la vida, me acompaño hasta su rickshaw (lo similar a un tuk tuk) para llevarme por 50 rupias (un dólar) hasta la zona céntrica de Varanasi.


Indudablemente hay una característica de la India que no pasa desapercibida para ningún viajero. El caos que existe de tránsito, entre autobuses, autos, rickshaws, carros tirados por hombres y bicicletas que andan por la calle, muchas veces esquivando vacas, cerdos, cabras, monos, andando en cualquier dirección, en calles angostas, sin vereda, y absolutamente todo el tiempo tocando la bocina. Y lo vuelvo a repetir para que se entienda que la bocina se va tocando todo el tiempo.







Enseguida conseguí un guesthouse para quedarme en condiciones de las mas aceptables, bajando inevitablemente a la categoría de retrete en el baño.


Lo que mas me interesaba conocer primero, era el Rio Ganges, siendo lo mas sagrado que tiene Varanasi, y hasta me animo a decir que gran parte de la ciudad gira alrededor de este místico rio.
Estos días el nivel del agua estaba muy alto, y muchos de los gaths (escaleras sobre las márgenes del rio) estaban tapados por el agua.


Y así, seguí como indica el mejor mapa que conozco para conocer una ciudad desde sus entrañas...perdiendose en el camino.


Lo que voy a contar ahora, es una de los procesos mas interesantes que me toco vivir en la India. Porque el primer día de estar caminando por largas horas en esta ciudad, comencé a tener síntomas de indigestión. Y vale aclarar, que me ocupe de almorzar en un sitio relativamente seguro. Y sin darle demasiada importancia continué durante toda la tarde sin reconocer cual era la causa real de tales síntomas.
Hacia cuatro meses que estaba viajando por el sudeste asiático, recorriendo Tailandia, Laos, Malasia, Vietnam y Camboya; y tras haber comido absolutamente todo tipo de comidas en diferentes espacios, y haber estado y dormido en condiciones de todo tipo, creí pensar, y debo ser honesto que subestime la posibilidad de contraer alguna intoxicación. Pero no fue así, ese mismo día por la noche, encontrándome solo en una ciudad con una energía fuerte y pesada, pase la noche entera con vómitos y mucho malestar. Al día siguiente, no tenía la fuerza necesaria para salir de la habitación, y comprendí cual fue la razón de mi intoxicación.
El día anterior mi estomago estaba cerrado, y mis sentidos no estaban inmunes a semejante experiencia. Me intoxique por los sentidos, principalmente por el olfato y la vista. Y mi cuerpo necesito inmunizarse para continuar el viaje. Me considero preparado en muchos aspectos para soportar estímulos fuertes e intensos, pero debo reconocer que fue demasiado. Varanasi me pesaba en la espalda, me absorvia la energía. Caminar por los gaths del Ganges y de pronto encontrarse con una de las ceremonias mas sagradas para ellos, sobre las terrazas, con grandes fogatas donde se realizan las cremaciones de los cuerpos, para luego arrojarlos al Rio... cuerpos que solo están envueltos en telas, y que muy fácilmente, caminando por la calle, cualquiera puede cruzárselo con un grupo de hombres llevandolos a cuestas. Observar a las personas dándose un baño en el mismo agua, , lavando sus dientes, limpiando su ropa, arrojando la basura; las vacas, toros y cerdos andando por las calles, sentados en la mierda, comiendo cartón y papel. Sospecho que no muchos organismos estén preparados para semejante energía.


Afortunadamente, esa misma mañana, llego Gaston desde Calcuta, y con su notebook me dedique el día completo a mirar peliculas en mi habitación, hasta sentirme recuperado.










Al día siguiente, las nauseas al caminar por la calle continuaban pero sentía que podía soportarlo, y así fue que caminamos por horas fotografiando algunas de las mejores placas que guardo conmigo, como un gran tesoro.
Al rato, nos encontramos con un grupo de latinos, entre ellos Daiana (Argentina) y Mario (Colombia) con los que compartimos una recorrida en bote por el Rio contemplando el atardecer, para terminar con la sagrada ceremonia de puja.


En Varanasi recomiendo escuchar y respetar el ritmo de cada cuerpo, y no andar como en cualquier otra ciudad, yendo de un lado al otro sin detenerse. Es necesario recorrerla con calma, parar en el instante que nos sintamos invadidos energéticamente. Pero realmente, y sin ninguna duda, volvería a caminarla, y a vivirla; porque te envuelve una sensación tan compleja y difícil dé identificar que por momentos te agobia, y por otros se crece enormemente como ser humano. Se sensibiliza cada célula del cuerpo, se crece espiritualmente, y se valora lo poco o mucho que tenemos.


A esta altura, ya estábamos viajando los cuatro latinos juntos, pero nos volvíamos a separar para reencontrarnos en Agra, nada menos que frente al Taj Mahal, porque yo necesitaba acercarme a New Delhi para hacer un tramite en la embajada argentina.
Y así, nuevamente nos despedimos, mochilas al hombro, y continue mi camino en tren compartiendo la velada con un grupo de japoneses.

 

sábado, 20 de octubre de 2012

Kolkata y Calcuta es la misma ciudad



Hacia unos días había comprado el pasaje par volar a India desde Bangkok. Por la cercanía, la ciudad mas económica para volar era Calcuta. Corría por entonces el 13 de Septiembre.
Por alguna razón, los días previos, sentía cierta adrenalina al sentir que llegaba el momento de pisar tierra en un país que me sedujo de conocer, y al mismo tiempo la sensación de creer saber muchas cosas, pero que en realidad no conocía nada.
Calcuta me daba la bienvenida con un diluvio mientras bajamos del avión, en el cual solo éramos tres viajeros entre decenas de indios.
Decidimos compartir un taxi para viajar a la zona céntrica (sudder street). Bibiana de Brasil, esa misma noche seguía rumbo a Varanasi, y con Gaston de Buenos Aires nos quedamos algunos días mas.
Viaje en uno de los tantos taxis modelo 60 que andan por las calles, con los ojos abiertos como pocas veces recuerdo.
No es fácil encontrar las palabras para describir la sensación que experimentaba mi cuerpo.
Mis ojos pretendían mirar todo lo que sucedía alrededor, y absolutamente era un mundo nuevo. Me encontraba absorto en un nivel de consciencia extraño en donde el tiempo parecía detenido frente a mis ojos. Una sensación similar a estar viendo una pelicula. Al mismo tiempo, la euforia de estar cumpliendo el sueño de estar en la tierra que me atrajo casi magnéticamente.
Por alguna razón, mi comprensión de la realidad, no terminaba de dar crédito a lo que veían mis retinas.
Algunas otras veces a lo largo del viaje tuve la misma necesidad, de olvidar la cámara de fotos, para alcanzar una presencia absoluta con mi alrededor.
En los últimos meses, sabia por algunos viajeros, que entrar por Calcuta podía ser una de las experiencias mas fuertes al ingresar al país, y que no es lo mismo afianzarse en alguna ciudad mas pequeña y tranquila para de a poco ir asimilando el entorno. De hecho, a lo largo de los días, no fueron muchos los turistas que cruce por las calles.
Después de haber conseguido una habitación, para soltar las mochilas y tomar un baño, lo único que quería era salir a las calles a caminar, a mezclarme entre su gente, y a dar crédito a lo que había visto hacia un rato nomas.
A esta altura, el nivel de excitación estaba por las nubes. Eran tantas cosas alrededor mío, las vacas, los cuervos, las personas de la calle, los que viven del turismo que no dejan de agobiarte hasta incluso caminar diez cuadras a tu lado, la suciedad, los olores, las miradas, las sonrisas, y su espiritualidad.
Al solo caminar unas calles podía ver algunos hombres mientras se bañaban en la vereda de enfrente, otros que se me acercaban para que les saque fotos y verse en la cámara, otros que buscaban sacarse fotos conmigo, los niños saludandome, y así camine por algunas horas maravillado por su gente.
En cuestión de segundos, es muy sencillo, estar a los abrazos con ellos, entre sonrisas y gestos de una cordialidad inigualable.
Y así llegue hasta la casa donde vivió la Madre Teresa, donde uno puede entrar y visitar algunos de sus espacios. La bienvenida en el lugar la da alguna de las hermanas de la caridad que continúan con el trabajo comenzado por la Madre.




En una de las salas de la tumba, algunas personas orando en un clima de fe que se percibe completamente y genera un respeto sin igual.
La habitación donde dormía la Madre se encuentra en las mismas condiciones que cuando falleció, y si hay una palabra que la representa es "austeridad". Un cuarto pequeño, con una cama, un escritorio, y una silla es todo su mobiliario. Ni siquiera un ventilador para soportar el calor que se vive en la ciudad la mayor parte del año. Otras de las habitaciones muestra algunos objetos y fotografias que dan una perspectiva de la intensa vida que realizo la madre a lo largo de su vida, y que la hizo merecedora del premio Nobel de la paz.

Y así, fueron sucediendo las horas y los días recorriendo sus calles, entrando a casas y caminando por pasajes que me llevaban a ningún lado, pero siempre envuelto en aventuras en algún lugar de Calcuta, hasta inclusive poder presenciar uno de los rezos musulmanes mas importantes que se realizan los días Viernes a las 12hs del mediodía, cuando llegan con mantas que despliegan sobre la calle hasta ocuparla por completo.



domingo, 9 de septiembre de 2012

Viajando por el Rio Mekong, de Tailandia a Laos...


Después de dos meses de recorrer Tailandia, finalmente había llegado el momento de despedirme, y decirle hasta pronto. Me costo algunos días continuar la ruta de viaje planeada. Y es que estaba muy cómodo viviendo en Pai, donde no existe el tiempo, practicando yoga, meditando, aprendiendo. Tuve la posibilidad de tomar un curso de cocina tailandesa, y asi llevarme conmigo la delicia culinaria de este pais, que al recorrerlo de norte a sur, seria muy fácil imaginarlo como tres países diferentes dentro de uno. El sur nada tiene que ver con Bangkok, y el norte nada tiene que ver con el sur. 




En el medio de mi estadia en Pai, tuve la oportunidad de convivir durante una semana en el Tam Wua Forest Monastery. Una experiencia maravillosa, en un lugar escondido entre montañas, en medio de campos de arroz, y conociendo de cerca el budismo.



La practica de meditación comienza a las cinco de la mañana, y a las siete y media se sirve el desayuno. A las nueve de la mañana una meditación caminando, y a continuación dentro del templo. A las once el almuerzo y la "ultima comida del día".
Siempre acompañando la practica junto a los monjes del monasterio. Por la tarde nuevamente a meditar, y a posterior diferentes tareas de cocina y limpieza. A las siete de la tarde la ultima meditación, y cada uno a su kuti (como se le llama al lugar donde se duerme). 
Una manta sobre el piso, y el mosquitero para dormir lejos de los insectos.
Al llegar, te entregan dos mudas de ropa limpias, pantalón y camisa blanca.















Seguramente, algunos pueden subestimar la experiencia al ingresar el primer dia. Pero al pasar un par de días, comienzan a abrirse puertas que no todos están dispuestos a cruzar. Te encontras con las sombras mas profundas. Y así es, que algunos están dos días, y algunos llevan seis meses. 
Dentro del monasterio, personas de todas partes del mundo.
Para mi una semana fue suficiente, y mi practica fue de las mas suaves que se practican dentro del lugar. Hay quienes al ingresar hacen voto de silencio por diez días (meditación vipassana), pero no era mi momento, y preferí reservarlo por otra ocasión, en la que me sienta mas preparado. Tal vez lo sea en la India.


Pero sentía que necesitaba seguir la ruta. 
Y el siguiente destino era Laos, solo que la entrada al país se puede hacer por diferentes vías. Y en este caso, las opciones eran en micro durante 15 horas, o en barco navegando durante dos días por el Rio Mekong. Y aunque me parezca extraño ahora pensarlo, no me resulto fácil decidirme, porque el micro era mas barato y menos tiempo. Hasta que asumí que navegar durante dos días podía ser una experiencia inigualable. Y lo cierto es que no me equivoque.
A las 18hs salí en una minivan, que tardo unas 3 horas hasta Chiang Mai, y desde ahí continuar camino hasta un pueblo en la frontera con Laos al que llegamos a las dos de la mañana para pasar la noche en un guesthouse.
A la mañana siguiente, bien temprano, nos pasaron a buscar en camioneta para acercarnos al Rio Mekong que divide Tailandia de Laos, y que se extiende a lo largo de Vietnam y Cambodia.
Migraciones de un lado y otro del rio, y al rato estábamos subiendo al barco que viajaría durante siete horas recorriendo un escenario deslumbrante.
Se puede sentir la historia que envuelve a este rio, muchas veces cargado de sangre, de guerras, pero tambien el hogar de tantas personas que viven y vivieron gracias a el.
Es el hogar de millones de nativos que tienen sus casas en las orillas, y que viven de la pesca, el arroz, y el turismo.



El rio te hipnotiza, y te envuelve. Te hace perder en su ritmo vital, y en el reflejo de sus montañas y campos.
Por momentos la lluvia comienza hacer del viaje una aventura especial, y te recuerda estar viajando por un rio, en el medio de la selva, rodeado de montañas, envuelto y acunado por la bella naturaleza. Y al rato, de nuevo el sol, y un arcoiris entre las nubes. 
Siento la presencia del rio, que me sensibiliza y enseña sobre la humildad, la sencillez y la belleza de lo natural.

Cerca del atardecer el barco se detiene en uno de los tantos pueblos para pasar la noche y continuar el camino.
Es inevitable la presencia de nativos ofreciendo todo lo que esta a su alcance para subsistir en un rincón perdido del mekong.
Una calle larga subiendo la montaña con diferentes almacenes, comedores, y hoteles.
Y tras conseguir una habitación, a caminar y empapar mis ojos de la simpleza de la gente del lugar. Un recorrido corto pero intenso, y de nuevo la llamada del rio para sentarme a contemplar desde una piedra en la orilla, el atardecer que cae sobre las montañas.




Al día siguiente, la cita era a las nueve de la mañana, para subir nuevamente al barco y continuar viaje hacia Luang Prabang, antigua capital de Laos.
Las mismos viajeros, entre mochilas, libros, música, comida, e historias.
Los mismos paisajes, las mismas sensaciones, y el mismo sueño. 

sábado, 28 de julio de 2012

Un lugar llamado Pai

Comienzo a escribir esta entrada, sentado en uno de los tantos barcitos, que hacen entre otras cosas, que Pai sea un lugar encantador.
Y voy empezar contando, que a nivel turístico, el pueblo no tiene a su alrededor, mas que algunas cascadas, unas aguas termales, y unos maravillosos campos de arroz en medio de la montaña.
Pero para quien tuvo la suerte de visitarla, lo que lo atrapa a uno es su gente, las calles con puestos de comida exquisita, sus tiendas, y los tantos bares para disfrutar por la tarde y noche.
Sin duda, que un lugar en el cual las personas son amables, cálidas y sonrientes a uno lo hacen sentir a gusto, pero no es eso exactamente. Sino que esa es la energía que vibra en el lugar, y lo que a uno lo hace sentirse tan conectado, es el modo en que vibra esta porción del planeta.

 Esta ubicado a unas tres horas al noroeste de Chiang Mai, atravesando caminos de montaña, con curvas y precipicios. De hecho se la conoce por sus 762 curvas.
El viaje fue en minibus, y con el placer de compartirlo con Iara, Argentina, nacida en Concordia, que estuvo un año viviendo en Nueva Zelanda, y hace seis meses viajando por el Sudeste Asiático. Charlamos casi todo el viaje, y me paso algo de información de algunos lugares para visitar.

 Al llegar, podía percibírse el ritmo lento que lleva la vida en Pai. Así que caminando, me dedique a buscar algún sitio para dormir. Y es a partir de este momento que una serie de acontecimientos comenzaron a llamarme la atención y sorprenderme día tras día.

 Tras caminar y preguntar en algunos lugares, una señora me pregunta si estoy buscando un lugar para dormir, y me ofrece conocer una de las habitaciones que alquila en su casa. Y a los dos minutos estaba dejando mis mochilas en lo que seria mi hogar por los próximos nueve días.  Y agradecido porque realmente había encontrado lo que desee inconscientemente durante parte del viaje, conocer y vivir desde adentro la cultura y costumbres tailandesas.



La casa se encuentra sobre una de las calles principales. Al frente, en la parte baja esta la cocina y el restaurante. Al entrar, hay un living y la habitación de Mama Dank, y subiendo las escaleras mi habitación, y otra mas al costado que estuvo vacía toda la semana, para lo cual tuve todo el piso para mi solo.
Por mi primera vez en el viaje, me fui al almacén a comprar algunas cosas para desayunar durante todos los días al poder usar la cocina.



Al costado de nuestra casa vive la madre de Mama Dank de 83 años, que prometio enseñarme a cocinar algunos platos thai, y el riquísimo coffee shake.


 Al llegar a este mágico pueblo, supe que iba a quedarme unos cuantos días aprovechando y absorviendo la quietud del lugar. Así pasaron algunos, conversando con Dank, practicando yoga, caminando una y mil veces por las callecitas del pueblo, escribiendo y disfrutando de los diferentes coffees.
 Algunas tardes alquile una moto para conocer y pasar un rato en algunas de las cascadas que se encuentran a solo unos kilómetros.


Los paseos son de sueño entre campos de arroces, y nuevamente la imagen de la gente trabajando los cultivos y la tierra con sus propias manos. Algo muy artesanal, casi olvidado en muchas regiones del mundo, que al solo mirarlo entiendo donde nace la diferencia que existen en los alimentos que consumimos.



 Por los mismos caminos se sigue atravesando ríos y viendo elefantes como si fueran animales domésticos conviviendo entre las personas. Uno de los días Dank me dice que tiene que viajar a Chiang Mai para visitar a su hija, y quería preguntarme si no tenía problema en quedarme cuidando su casa. Y es así, que alcance a experimentar tal muestra de confianza que me emocionaba de pensarlo.
Y cuando creí que estaba llegando al techo de conocer la cultura thai, la vida me mostró que hay mucho mas donde llegar que lo que podemos imaginar. Y no se me hubiera ocurrido jamás que en unos días iba a presenciar un funeral tailandés.

 Ya hace algunos años, y mas aun desde que estaba en las playas al sur que andaba con ganas de hacerme un tatuaje, pero ni el mar ni el sol me parecían acordes al cuidado que se necesita los días posteriores. Y en Pai, estaban dadas todas las condiciones.
Así que Dank, me llevo al local de un amigo de ella, y nos pasamos cuatro horas dibujando. Haciendo y deshaciendo. Cambiando colores, formas y volviendo a repetir varias veces hasta alcanzar un diseño. Tang, con el cual habíamos pasado varias horas entre diferentes bocetos, se había convertido en mi cómplice. Y a pesar de que lo volví loco, entendía lo importante que significaba para mi lo que estábamos creando.
Y así fue, que quedamos para el día siguiente a la una del mediodía para comenzar a tatuarme.
Me desperté a media mañana, me prepare el desayuno, y salí a caminar un rato escuchando algo de música, y a esperar que llegue la hora para verlo a Tang.  Y pasaron la una, las dos, y el local cerrado...hasta que decidí sentarme en un bar de enfrente a esperar alguna noticia. De todos modos, no estaba muy inquieto, porque al llegar el primer día, encontre en la única librería, y entre solo cuatro libros en español, un titulo que me venían recomendado que se llama "La sombra del viento", y el cual recomiendo a viva voz después haberlo terminado ayer por la noche.
Así que, entre leer, y tomar algo se hicieron las seis de la tarde, cuando lo veo llegar a Tang con su moto para decirme con la cara pálida y los ojos llenos de lagrimas que había muerto su padre. La mandíbula se me cayo hasta el piso, y sin poder comunicarme demasiado, solo sentí abrazarlo. Me explico que los duelos y preparativos de los funerales llevan tres días, y recién el día Viernes podía volver a trabajar. A lo que le respondí que por mi parte no había problema, y que podía esperarlo. Al instante se subió a la moto y volvió a su casa.
Tengo que reconocer que paso un rato hasta que logre salir del túnel en que se encontraba mi mente. La situación que había vivido hacia solo minutos me parecía salida de un libreto de película.
 Y no paso mas de media hora, cuando regreso Tang para decirme que quería que participe en el funeral de su padre, al cual podía ir con Mama Dank.
 Y reconocí al instante que estaba hasta las pelotas metido en la cultura thai. Inclusive, en este mismo momento, al escribir, tengo la sensación de cierta fantasía en lo que viví en estos días. Pero lo real supera la ficción.

 Al día siguiente, cuando volvió Dank de Chiang Mai, me pregunto si quería acompañarla al super market donde compra la gente local. Acepte muy a gusto, y al llegar, me encontré con un escenario que me encanto y me hizo sonreír por dentro. El super market, es un predio de tierra, con varias carpas estilo circo, y lleno de puestos improvisados que arman y desarman día tras día.



De ahí se ofreció a llevarme con la moto a recorrer algunos campos, y terminamos comiendo en un restaurante en las afueras de Pai, a cambio de ponernos al día de como era la vida de cada uno.





 Y fue recién al día siguiente, con una lluvia suave pero constante, que acechaba hacia un par de dias y noches, que me acerque junto con Dank al funeral del padre de Tang. Los pocos detalles que me interesa trascender, es que todos se desarrollo en un clima de lo mas distendido, y sin animo de tragedia. Compartiendo arroz y agua entre todos los presentes, que eran muchos. Después de haber estado unas dos horas y habernos reverenciado a modo de rezo para una oración que duro unos minutos la gente comenzó a retirarse.

 Y finalmente el viernes, y durante cuatro horas Tang se saco las ganas de estampar sus artes en mi brazo izquierdo. 
 Este lugar, me dio quietud e intensidad al mismo tiempo. Me acobijo de una manera dulce, y me permitió conocer muy de adentro una cultura tan diferente para mi, pero que al mismo tiempo siento muy cerca. 
Sin duda alguna, mi paso por Pai no fue para nada intrascendente. 
 Ya mañana, en horas del mediodía voy a viajar unas dos horas, hasta llegar a un monasterio cercano a un pueblo llamado Mae Hon Song para experimentar unos días de meditación y yoga.




Chiang Mai, entre ciudad, selva y elefantes



Chiang Mai, es una ciudad al norte de Tailandia. Y en ningún caso se asemeja a lo que pueden ser las paradisiacas playas al sur del país, y no por eso reconocerle menos.
Diferentes personas que fui cruzando a lo largo del viaje, me fueron hablando del norte, y en todas ellas había un factor común, un reflejo en las miradas, un encanto apasionado, al cual era inevitable dedicarle unos segundos de silencio para que recordaran un sentimiento difícil de explicar.
Esa sensación me despertaba cierta intriga y ansiedad.
Quería conocer que es lo que guarda la magia del norte.


Llegue a Chiang Mai en avión desde Kuala Lumpur. Es una ciudad mas amplia de lo que esperaba y no tenía idea adonde me convenía ir. Así que le pregunte a una chica si podía decirme cual era la zona de guest house. Es algo que normalmente no falla, porque en la mayoría de las ciudades existe un núcleo de alojamientos siempre cercano a los lugares para visitar.
Así es que me subo a una camioneta estilo pick up con asientos montados detrás que funcionan como transporte de pasajeros, y le pido que me lleve a la zona antigua. Estábamos a unos 15 minutos de distancia, y al bajar le pregunto a un francés que andaba por la calle si sabia recomendarme algún sitio para dormir. Me comento que necesitaba hacer su foto para la visa a Laos, pero si lo esperaba podía acompañarme al guest house donde estaba el, a un precio mas que económico y con muy buen servicio, a solo unas cuadras de distancia.
Tras esperarlo, nos fuimos caminando y charlando de un tema recurrente y central en este viaje. Cuanto hace que estas viajando, por donde anduviste, para donde seguís, y cuanto tiempo pensas continuar ? Me puso un poco a tiro con la ciudad, y al llegar al lugar estaba "completo", pero de todos modos ya me encontraba a metros de diferentes opciones donde dormir.
Y al rato ya tenía alquilada una habitación privada por solo 200baths (un poco menos de usd 7).  Ese día me lo tome para caminar por los alrededores, y conocer entre otras cosas uno de los mercados mas bonitos que había visto hasta el momento.

Uno de los días, me alquile una moto, y salí a recorrer a unos 15 kms, uno de los templos mas emblemáticos. El templo Wat Phra That en Doi Suthep. Muchas personas visitando el lugar, pero en mayoría tailandeses. Al llegar te encontras con una escalera de 306 escalones.



Para ir subiendo de a poco, porque realmente te va quitando el aire, pero al llegar te encuentras en medio de un lugar que como poco, te permite encontrarte dentro de un clima de espiritualidad y respeto. Muchas imágenes de Buda por todo el lugar, diferentes espacios para rezar, algunos monjes, y distintas ceremonias para presenciar.
Intente en todo momento percibir un poco de lo que podía verse y sentir en el ambiente. Disfrute mucho de la fotografía del lugar, y de sacarle humo a la cámara de fotos.

















Había pasado un buen rato, y tras comer algo de almuerzo, tenía toda la tarde por delante. Pero tenía la sensación, que debería encontrar algo que me dejase sin aliento. Había leído que a unos pocos kms, había un pueblo llamado Ban Kun Chang Kian con algunas tribus Hmong's.
 El viaje era espectacular. Todo un recorrido con la moto subiendo la montaña, y unas vistas que comenzaban a deslumbrarme. No me llevo demasiado encontrar una aldea después de andar ya un rato dentro de la selva.
Era un extraño en medio de una civilización escondida fuera del circuito de paseos, y algo me decía que estaba por el buen camino. Seguí andando un poco mas para llegar bien arriba, hasta donde no podría continuar.
 Y aparecí de golpe en un jardín enorme de plantas y flores tropicales. Deje a un costado la moto y me dedique a caminar por el lugar.















































Estaba en lo mas alto de una montaña de donde podía apreciar las vista de la ciudad, un silencio que imponía humildad y paz. Algunos grupos étnicos trabajando la tierra, y sus artesanías con una tranquilidad como si las horas y los minutos no tuvieran lugar. Y es que tal vez el tiempo es una ilusión.



Camine, disfrute, y sentí cierta gratitud de estar presente en este lugar. Me pase un buen rato contemplando,  y absorviendo semejante belleza.
Al regreso me esperaba el mismo camino pero en bajada con un atardecer que me acompañaba como telonero de un día encantado.




Otro de los días me dedique a salir a caminar para perderme en la ciudad. Recorrí durante mas de horas lo que queda de las murallas, que años atras, protegía a los locales de las invasiones Birmanas. A la ciudad amurallada, hoy se la conoce como la zona antigua.
Y los días domingos por la tarde se extiende a lo largo de la entrada principal una gran feria con venta de artesanías, ropa, comidas o disfrutar de un foot masagge por solo 60 baths.



Y así llego el día en que decidí entrar a la selva para pasar una noche y dos días. Éramos un grupo de nueve, entre dos españoles, un americano, dos holandesas, tres ingleses, y un argento.
Salimos en camioneta hasta llegar a un campamento base, donde nos estaban esperando con un almuerzo, y tras un rato de descanso, nos esperaban tres horas caminando por la selva, subiendo la montañas hasta llegar a nuestro hogar por una noche.
Era un trekking de dificultad media, pero con mucho calor, y rodeado de verdadera selva.






























Cuando llegamos, nos mostraron nuestra tienda, hecha de bamboo, con un interior como living para cenar, y una habitación muy amplia con varias colchonetas, su ropa de cama, y mosquiteros.
Serian las cuatro y media de la tarde cuando habíamos dejado nuestras cosas,  un buen baño de agua fría, y a disfrutar de estar en medio de la selva y en lo alto de la montaña.




Teníamos a la entrada de la casa una terraza en la que pasamos toda la tarde, descansando, hablando, mirando, hasta que llego el momento de la cena a las siete de la tarde, unos minutos antes que sea de noche. En el lugar la comida se cocina a leña, y las únicas luces por las noches son algunas velas y un fogón. 
Por momentos, la sensación de respetar semejante silencio, hacia no querer ni hablar.
Era como si el entorno se adueñase de tus pensamientos, para enseñarte a disfrutar del presente.
Podía ver a varias familias que vivían en el lugar cumpliendo cada uno con sus tareas, siendo totalmente autosuficientes.




A las ocho de la noche habíamos comido, y parecía que fueran las dos de la mañana. Al rato aparecio una guitarra, y nos pasamos un buen rato en la terraza bajo una noche tapada de nubes, sin luna, pero con una mistica muy singular.



Al día siguiente, a las siete de la mañana, nos tomamos un muy rico desayuno, y enseguida continuamos nuestra travesía por algo mas de una hora de caminata hasta llegar una cascada de aprox. 10 mts de alto donde nos bañamos por debajo del agua helada que caía con la fuerza y la energía propia de la naturaleza.



 Así llegamos a un nuevo campamento, pero esta vez en lugar de personas, los que nos daban la bienvenida eran un grupo de elefantes dispuestos a bañarse con uno en el rio, darles de comer las bananas de los arboles, y dar un paseo encima de su lomo.



Desde ahí, seguimos bajando por el rio en gomones, disfrutando de un rafting, hasta llegar a un sitio en el que nos cambiamos a unas balzas de tronco y navegando hasta el próximo campamento, donde nos esperaba una camioneta para regresar.

Con esta ultima aventura culmine mi estadía en Chiang Mai,  y me tome el siguiente día para planificar mi camino, que no había dudas, debía seguir hacia un lugar que advertido previamente, tenía para darme algo mas profundo e intenso que lo que había vivido en esta ciudad.
Y con el pasaje en la mano, me despedí para conocer cual es la magia que envuelve al pueblo de Pai.




martes, 17 de julio de 2012

Buceando en Ihasia, Chalokk, Koh Tao


Sentarme a escribir y rememorar estos días me despierta una sensación familiar.  Existía un objetivo claro a cumplir, y era certificarme como open water dive, y que el mundo subacuático me reciba de buen modo.
Hacia muchos años que estaba con ganas de tomar el curso de buceo, y mis ultimas experiencias en Los Roques, Venezuela, habían confirmado la pasión por pasar horas en el agua nadando en medio de tantos peces y corales. Llegue a Koh Tao, en compañía de alex, mi amigo de chile. Al instante, alquilamos dos motos, y salimos en busca de un lugar para dormir y encontramos un hostel en la zona de Sairee, en pleno corazón turístico de la isla.



Pasamos dos noches, entre bares, playa y conseguir una escuela para bucear. Alex, ya estaba certificado, y necesitaba hacer el rescue y el dive master, que son niveles superiores, previos a certificarse como instructor. Y así, conocimos Chalokk, un sitio algo mas alejado, con una comunidad hispana para sentirse y vivir unos días en familia.  Y no podríamos haber encontrado ninguna familia mejor que Ihasia, la escuela para tomar el curso, y el brujo a la cabeza, como buen padre de familia, y un equipo de instructores, y compañeros que hicieron  que mi semana sea mas que cálida.

Con el brujo


 


















El brujo, Pixa, Irene, Baiana, Nayra, Aitana, Unai, Javi, Diego, Victor, y me están quedando mas por saludar. Fueron cuatro noches viviendo en las habitaciones de la escuela frente a la playa, con algunas clases teóricas, vídeos, y por fin la practica. Irene, nuestra instructora, y Manolo y Lily, que estaban de luna de miel, mis compañeros de curso. Estos días fueron a puro sol, un desayuno rico por la mañana bien temprano, y en curso hasta las seis de la tarde.


Lo que quedaba del día, era un snorkel en Shark Bay, o unas cervezas hasta terminar en el Next Door, el bar de playa, junto a la peña de españoles. La experiencia vivida buceando en Tailandia, es una de los regalos mas lindos que me esta dando este viaje. Me abrió la puerta a un mundo desconocido para muchos, y encontrarme en medio de rocas, corales, rayas, el tiger fish, nemo, tortugas y tiburones punta negra son recuerdos en mi memoria para siempre. Finalmente, y tras hacer el examen, y terminar el curso, recibí la certificación de Open Water Dive en SSI. Y ahora solo resta continuar con la practica y seguir avanzando en los siguientes niveles para pasar de los 18 metros a los 30 metros de profundidad bajo el agua. 


 
 
 









Había terminado el curso, pero estaba muy cómodo, así que decidí quedarme unos días, y tuve la suerte de heredar una casita frente a la playa al lado de la escuela. Tenía mi mesa y sillas en la terraza, y la posibilidad de quedarme mirando el mar, y la montaña desde mi propio espacio. 















Un día decidimos con Unai y Javi,  dos amigos españoles de Canarias, ir a pasar dos dias a la bellísima playa de Banana Rock
Y así llegaba la despedida de Ihasia, y de Chalokk, pero antes íbamos a recibir un regalo de esta hermosa isla. Unai me insiste para que vayamos a Shark Bay para hacer snorkel. Esta bahía es muy conocida por la posibilidad de ver algunas tortugas y tiburones punta negra. Y así fue, que se acercaron a despedirnos.
Estábamos nadando en el medio del mar, cuando Unai me llama que estaba el tiburón, y la verdad que en ese momento pensé: "y bueno ahora ya estoy acá, no voy a perderme la posibilidad", pero lo cierto es que estaba cagado hasta la medula. Y nomas acercarme, ahí lo vi pasar por debajo mío. No podía creerlo ! Me quede inmóvil, creo que ni siquiera respire por un rato, y es que tampoco quería molestarlo demasiado. Y siguió su camino como si nada. Y atrás Unai nadando para seguirlo, y al rato me dice: "porque no lo seguiste ?". Y que le pude haber contestado ! " no me jodas tío ! Que todavía estoy asimilando que estuve en el agua con un tiburón".
Acá les dejo una foto que rescate para que puedan verlo.  Y al rato nomas, la tortuga. Como de metro y medio. Comiendo en la profundidad, y subiendo después de un rato para tomar algo de aire y volver a lo profundo. Estuvimos alrededor de media hora siguiéndola, y a diferencia del tiburón, se queda un rato largo sin moverse demasiado, y no se molesta de que te quedes ahí con ella. Y de golpe, estaba Nayra, Pixa, Diego y Victor tambien, todos nadando con ella. 
Así fue la despedida que nos ofreció Koh Tao. Una cena todos juntos, y al día siguiente mi partida hacia Koh Phangan.