jueves, 25 de octubre de 2012

Entre Varanasi y el Ganges


Al escribir acerca de esta ciudad, se me despiertan sensaciones intensas al igual que controvertidas, y esto tiene que ver exactamente con lo que puede ser una descripción de Varanasi.


Me habia despedido en Calcuta de Gaston, sabiendo que nos volveríamos a encontrar en un par de días.
Tenía ganas de llegar a la estación de tren en un autobús local, y así me vi caminando unas cuantas cuadras preguntando el numero de autobús, y el tiempo estimado para llegar. Mientras tanto el cielo comenzaba a mostrar signos de una próxima y no muy lejana tormenta. El tránsito en horas pico, llegando al final de la tarde, es realmente caótico, como en casi todas las ciudades. Y necesite dejar pasar dos autobuses que iban con gente colgada por todos los costados, y me resultaba muy difícil pedir permiso para subir con mis dos mochilas. Así es, que quedaría para otro momento el viaje en autobús, y me ocupe de conseguir un taxi para llegar a la estación.


Seria mi primer experiencia, viajando en un tren de la India, y tampoco tenía mucho conocimiento de las salidas, las demoras, e incluso en algunas ciudades hay hasta dos estaciones de tren.


Con el ticket en la mano, tenía la reserva en "clase sleeper", del servicio básico con ventilador.
Debo decir, que en India existe una de las mejores redes para viajar en tren casi a lo largo de todo el país, y a un precio muy económico.
Unas doce horas de viaje, con la fortuna de haber muchos servicios nocturnos, se puede pagar 400 rupias (equivalente a 8 usd).
Cada vagón esta conformado por varias recamaras abiertas con un total de 8 camas colgantes, y a lo largo del viaje la recorrida constante de vendedores con comida. Y claro, que el resto del espacio del tren, desde pasillos, puertas y baños es ocupado por muchos indios sentados, y acostados en posiciones y condiciones para muchos imposibles. La tolerancia es una de las virtudes que esta tierra me va enseñando en muchas ocasiones. Donde las personas desarrollan su vida aceptando las circunstancias que se le presentan, sin esconder una sonrisa y fe absoluta.
El viaje en tren fue una experiencia fabulosa, teniendo en cuenta, que todos los que lo conformaban eran indios, y les llama mucho la atención cuando se cruzan con un occidental y pueden pasar largos ratos mientras te miran con una curiosidad sin prejuicio; intentando, principalmente los hombres, entablar una conversación y conocer desde que país llegamos.


Enseguida baje del tren, me cruce con un hombre que indicándome donde era la salida de la estación, y como si me conociera de toda la vida, me acompaño hasta su rickshaw (lo similar a un tuk tuk) para llevarme por 50 rupias (un dólar) hasta la zona céntrica de Varanasi.


Indudablemente hay una característica de la India que no pasa desapercibida para ningún viajero. El caos que existe de tránsito, entre autobuses, autos, rickshaws, carros tirados por hombres y bicicletas que andan por la calle, muchas veces esquivando vacas, cerdos, cabras, monos, andando en cualquier dirección, en calles angostas, sin vereda, y absolutamente todo el tiempo tocando la bocina. Y lo vuelvo a repetir para que se entienda que la bocina se va tocando todo el tiempo.







Enseguida conseguí un guesthouse para quedarme en condiciones de las mas aceptables, bajando inevitablemente a la categoría de retrete en el baño.


Lo que mas me interesaba conocer primero, era el Rio Ganges, siendo lo mas sagrado que tiene Varanasi, y hasta me animo a decir que gran parte de la ciudad gira alrededor de este místico rio.
Estos días el nivel del agua estaba muy alto, y muchos de los gaths (escaleras sobre las márgenes del rio) estaban tapados por el agua.


Y así, seguí como indica el mejor mapa que conozco para conocer una ciudad desde sus entrañas...perdiendose en el camino.


Lo que voy a contar ahora, es una de los procesos mas interesantes que me toco vivir en la India. Porque el primer día de estar caminando por largas horas en esta ciudad, comencé a tener síntomas de indigestión. Y vale aclarar, que me ocupe de almorzar en un sitio relativamente seguro. Y sin darle demasiada importancia continué durante toda la tarde sin reconocer cual era la causa real de tales síntomas.
Hacia cuatro meses que estaba viajando por el sudeste asiático, recorriendo Tailandia, Laos, Malasia, Vietnam y Camboya; y tras haber comido absolutamente todo tipo de comidas en diferentes espacios, y haber estado y dormido en condiciones de todo tipo, creí pensar, y debo ser honesto que subestime la posibilidad de contraer alguna intoxicación. Pero no fue así, ese mismo día por la noche, encontrándome solo en una ciudad con una energía fuerte y pesada, pase la noche entera con vómitos y mucho malestar. Al día siguiente, no tenía la fuerza necesaria para salir de la habitación, y comprendí cual fue la razón de mi intoxicación.
El día anterior mi estomago estaba cerrado, y mis sentidos no estaban inmunes a semejante experiencia. Me intoxique por los sentidos, principalmente por el olfato y la vista. Y mi cuerpo necesito inmunizarse para continuar el viaje. Me considero preparado en muchos aspectos para soportar estímulos fuertes e intensos, pero debo reconocer que fue demasiado. Varanasi me pesaba en la espalda, me absorvia la energía. Caminar por los gaths del Ganges y de pronto encontrarse con una de las ceremonias mas sagradas para ellos, sobre las terrazas, con grandes fogatas donde se realizan las cremaciones de los cuerpos, para luego arrojarlos al Rio... cuerpos que solo están envueltos en telas, y que muy fácilmente, caminando por la calle, cualquiera puede cruzárselo con un grupo de hombres llevandolos a cuestas. Observar a las personas dándose un baño en el mismo agua, , lavando sus dientes, limpiando su ropa, arrojando la basura; las vacas, toros y cerdos andando por las calles, sentados en la mierda, comiendo cartón y papel. Sospecho que no muchos organismos estén preparados para semejante energía.


Afortunadamente, esa misma mañana, llego Gaston desde Calcuta, y con su notebook me dedique el día completo a mirar peliculas en mi habitación, hasta sentirme recuperado.










Al día siguiente, las nauseas al caminar por la calle continuaban pero sentía que podía soportarlo, y así fue que caminamos por horas fotografiando algunas de las mejores placas que guardo conmigo, como un gran tesoro.
Al rato, nos encontramos con un grupo de latinos, entre ellos Daiana (Argentina) y Mario (Colombia) con los que compartimos una recorrida en bote por el Rio contemplando el atardecer, para terminar con la sagrada ceremonia de puja.


En Varanasi recomiendo escuchar y respetar el ritmo de cada cuerpo, y no andar como en cualquier otra ciudad, yendo de un lado al otro sin detenerse. Es necesario recorrerla con calma, parar en el instante que nos sintamos invadidos energéticamente. Pero realmente, y sin ninguna duda, volvería a caminarla, y a vivirla; porque te envuelve una sensación tan compleja y difícil dé identificar que por momentos te agobia, y por otros se crece enormemente como ser humano. Se sensibiliza cada célula del cuerpo, se crece espiritualmente, y se valora lo poco o mucho que tenemos.


A esta altura, ya estábamos viajando los cuatro latinos juntos, pero nos volvíamos a separar para reencontrarnos en Agra, nada menos que frente al Taj Mahal, porque yo necesitaba acercarme a New Delhi para hacer un tramite en la embajada argentina.
Y así, nuevamente nos despedimos, mochilas al hombro, y continue mi camino en tren compartiendo la velada con un grupo de japoneses.

 

sábado, 20 de octubre de 2012

Kolkata y Calcuta es la misma ciudad



Hacia unos días había comprado el pasaje par volar a India desde Bangkok. Por la cercanía, la ciudad mas económica para volar era Calcuta. Corría por entonces el 13 de Septiembre.
Por alguna razón, los días previos, sentía cierta adrenalina al sentir que llegaba el momento de pisar tierra en un país que me sedujo de conocer, y al mismo tiempo la sensación de creer saber muchas cosas, pero que en realidad no conocía nada.
Calcuta me daba la bienvenida con un diluvio mientras bajamos del avión, en el cual solo éramos tres viajeros entre decenas de indios.
Decidimos compartir un taxi para viajar a la zona céntrica (sudder street). Bibiana de Brasil, esa misma noche seguía rumbo a Varanasi, y con Gaston de Buenos Aires nos quedamos algunos días mas.
Viaje en uno de los tantos taxis modelo 60 que andan por las calles, con los ojos abiertos como pocas veces recuerdo.
No es fácil encontrar las palabras para describir la sensación que experimentaba mi cuerpo.
Mis ojos pretendían mirar todo lo que sucedía alrededor, y absolutamente era un mundo nuevo. Me encontraba absorto en un nivel de consciencia extraño en donde el tiempo parecía detenido frente a mis ojos. Una sensación similar a estar viendo una pelicula. Al mismo tiempo, la euforia de estar cumpliendo el sueño de estar en la tierra que me atrajo casi magnéticamente.
Por alguna razón, mi comprensión de la realidad, no terminaba de dar crédito a lo que veían mis retinas.
Algunas otras veces a lo largo del viaje tuve la misma necesidad, de olvidar la cámara de fotos, para alcanzar una presencia absoluta con mi alrededor.
En los últimos meses, sabia por algunos viajeros, que entrar por Calcuta podía ser una de las experiencias mas fuertes al ingresar al país, y que no es lo mismo afianzarse en alguna ciudad mas pequeña y tranquila para de a poco ir asimilando el entorno. De hecho, a lo largo de los días, no fueron muchos los turistas que cruce por las calles.
Después de haber conseguido una habitación, para soltar las mochilas y tomar un baño, lo único que quería era salir a las calles a caminar, a mezclarme entre su gente, y a dar crédito a lo que había visto hacia un rato nomas.
A esta altura, el nivel de excitación estaba por las nubes. Eran tantas cosas alrededor mío, las vacas, los cuervos, las personas de la calle, los que viven del turismo que no dejan de agobiarte hasta incluso caminar diez cuadras a tu lado, la suciedad, los olores, las miradas, las sonrisas, y su espiritualidad.
Al solo caminar unas calles podía ver algunos hombres mientras se bañaban en la vereda de enfrente, otros que se me acercaban para que les saque fotos y verse en la cámara, otros que buscaban sacarse fotos conmigo, los niños saludandome, y así camine por algunas horas maravillado por su gente.
En cuestión de segundos, es muy sencillo, estar a los abrazos con ellos, entre sonrisas y gestos de una cordialidad inigualable.
Y así llegue hasta la casa donde vivió la Madre Teresa, donde uno puede entrar y visitar algunos de sus espacios. La bienvenida en el lugar la da alguna de las hermanas de la caridad que continúan con el trabajo comenzado por la Madre.




En una de las salas de la tumba, algunas personas orando en un clima de fe que se percibe completamente y genera un respeto sin igual.
La habitación donde dormía la Madre se encuentra en las mismas condiciones que cuando falleció, y si hay una palabra que la representa es "austeridad". Un cuarto pequeño, con una cama, un escritorio, y una silla es todo su mobiliario. Ni siquiera un ventilador para soportar el calor que se vive en la ciudad la mayor parte del año. Otras de las habitaciones muestra algunos objetos y fotografias que dan una perspectiva de la intensa vida que realizo la madre a lo largo de su vida, y que la hizo merecedora del premio Nobel de la paz.

Y así, fueron sucediendo las horas y los días recorriendo sus calles, entrando a casas y caminando por pasajes que me llevaban a ningún lado, pero siempre envuelto en aventuras en algún lugar de Calcuta, hasta inclusive poder presenciar uno de los rezos musulmanes mas importantes que se realizan los días Viernes a las 12hs del mediodía, cuando llegan con mantas que despliegan sobre la calle hasta ocuparla por completo.