sábado, 28 de julio de 2012

Un lugar llamado Pai

Comienzo a escribir esta entrada, sentado en uno de los tantos barcitos, que hacen entre otras cosas, que Pai sea un lugar encantador.
Y voy empezar contando, que a nivel turístico, el pueblo no tiene a su alrededor, mas que algunas cascadas, unas aguas termales, y unos maravillosos campos de arroz en medio de la montaña.
Pero para quien tuvo la suerte de visitarla, lo que lo atrapa a uno es su gente, las calles con puestos de comida exquisita, sus tiendas, y los tantos bares para disfrutar por la tarde y noche.
Sin duda, que un lugar en el cual las personas son amables, cálidas y sonrientes a uno lo hacen sentir a gusto, pero no es eso exactamente. Sino que esa es la energía que vibra en el lugar, y lo que a uno lo hace sentirse tan conectado, es el modo en que vibra esta porción del planeta.

 Esta ubicado a unas tres horas al noroeste de Chiang Mai, atravesando caminos de montaña, con curvas y precipicios. De hecho se la conoce por sus 762 curvas.
El viaje fue en minibus, y con el placer de compartirlo con Iara, Argentina, nacida en Concordia, que estuvo un año viviendo en Nueva Zelanda, y hace seis meses viajando por el Sudeste Asiático. Charlamos casi todo el viaje, y me paso algo de información de algunos lugares para visitar.

 Al llegar, podía percibírse el ritmo lento que lleva la vida en Pai. Así que caminando, me dedique a buscar algún sitio para dormir. Y es a partir de este momento que una serie de acontecimientos comenzaron a llamarme la atención y sorprenderme día tras día.

 Tras caminar y preguntar en algunos lugares, una señora me pregunta si estoy buscando un lugar para dormir, y me ofrece conocer una de las habitaciones que alquila en su casa. Y a los dos minutos estaba dejando mis mochilas en lo que seria mi hogar por los próximos nueve días.  Y agradecido porque realmente había encontrado lo que desee inconscientemente durante parte del viaje, conocer y vivir desde adentro la cultura y costumbres tailandesas.



La casa se encuentra sobre una de las calles principales. Al frente, en la parte baja esta la cocina y el restaurante. Al entrar, hay un living y la habitación de Mama Dank, y subiendo las escaleras mi habitación, y otra mas al costado que estuvo vacía toda la semana, para lo cual tuve todo el piso para mi solo.
Por mi primera vez en el viaje, me fui al almacén a comprar algunas cosas para desayunar durante todos los días al poder usar la cocina.



Al costado de nuestra casa vive la madre de Mama Dank de 83 años, que prometio enseñarme a cocinar algunos platos thai, y el riquísimo coffee shake.


 Al llegar a este mágico pueblo, supe que iba a quedarme unos cuantos días aprovechando y absorviendo la quietud del lugar. Así pasaron algunos, conversando con Dank, practicando yoga, caminando una y mil veces por las callecitas del pueblo, escribiendo y disfrutando de los diferentes coffees.
 Algunas tardes alquile una moto para conocer y pasar un rato en algunas de las cascadas que se encuentran a solo unos kilómetros.


Los paseos son de sueño entre campos de arroces, y nuevamente la imagen de la gente trabajando los cultivos y la tierra con sus propias manos. Algo muy artesanal, casi olvidado en muchas regiones del mundo, que al solo mirarlo entiendo donde nace la diferencia que existen en los alimentos que consumimos.



 Por los mismos caminos se sigue atravesando ríos y viendo elefantes como si fueran animales domésticos conviviendo entre las personas. Uno de los días Dank me dice que tiene que viajar a Chiang Mai para visitar a su hija, y quería preguntarme si no tenía problema en quedarme cuidando su casa. Y es así, que alcance a experimentar tal muestra de confianza que me emocionaba de pensarlo.
Y cuando creí que estaba llegando al techo de conocer la cultura thai, la vida me mostró que hay mucho mas donde llegar que lo que podemos imaginar. Y no se me hubiera ocurrido jamás que en unos días iba a presenciar un funeral tailandés.

 Ya hace algunos años, y mas aun desde que estaba en las playas al sur que andaba con ganas de hacerme un tatuaje, pero ni el mar ni el sol me parecían acordes al cuidado que se necesita los días posteriores. Y en Pai, estaban dadas todas las condiciones.
Así que Dank, me llevo al local de un amigo de ella, y nos pasamos cuatro horas dibujando. Haciendo y deshaciendo. Cambiando colores, formas y volviendo a repetir varias veces hasta alcanzar un diseño. Tang, con el cual habíamos pasado varias horas entre diferentes bocetos, se había convertido en mi cómplice. Y a pesar de que lo volví loco, entendía lo importante que significaba para mi lo que estábamos creando.
Y así fue, que quedamos para el día siguiente a la una del mediodía para comenzar a tatuarme.
Me desperté a media mañana, me prepare el desayuno, y salí a caminar un rato escuchando algo de música, y a esperar que llegue la hora para verlo a Tang.  Y pasaron la una, las dos, y el local cerrado...hasta que decidí sentarme en un bar de enfrente a esperar alguna noticia. De todos modos, no estaba muy inquieto, porque al llegar el primer día, encontre en la única librería, y entre solo cuatro libros en español, un titulo que me venían recomendado que se llama "La sombra del viento", y el cual recomiendo a viva voz después haberlo terminado ayer por la noche.
Así que, entre leer, y tomar algo se hicieron las seis de la tarde, cuando lo veo llegar a Tang con su moto para decirme con la cara pálida y los ojos llenos de lagrimas que había muerto su padre. La mandíbula se me cayo hasta el piso, y sin poder comunicarme demasiado, solo sentí abrazarlo. Me explico que los duelos y preparativos de los funerales llevan tres días, y recién el día Viernes podía volver a trabajar. A lo que le respondí que por mi parte no había problema, y que podía esperarlo. Al instante se subió a la moto y volvió a su casa.
Tengo que reconocer que paso un rato hasta que logre salir del túnel en que se encontraba mi mente. La situación que había vivido hacia solo minutos me parecía salida de un libreto de película.
 Y no paso mas de media hora, cuando regreso Tang para decirme que quería que participe en el funeral de su padre, al cual podía ir con Mama Dank.
 Y reconocí al instante que estaba hasta las pelotas metido en la cultura thai. Inclusive, en este mismo momento, al escribir, tengo la sensación de cierta fantasía en lo que viví en estos días. Pero lo real supera la ficción.

 Al día siguiente, cuando volvió Dank de Chiang Mai, me pregunto si quería acompañarla al super market donde compra la gente local. Acepte muy a gusto, y al llegar, me encontré con un escenario que me encanto y me hizo sonreír por dentro. El super market, es un predio de tierra, con varias carpas estilo circo, y lleno de puestos improvisados que arman y desarman día tras día.



De ahí se ofreció a llevarme con la moto a recorrer algunos campos, y terminamos comiendo en un restaurante en las afueras de Pai, a cambio de ponernos al día de como era la vida de cada uno.





 Y fue recién al día siguiente, con una lluvia suave pero constante, que acechaba hacia un par de dias y noches, que me acerque junto con Dank al funeral del padre de Tang. Los pocos detalles que me interesa trascender, es que todos se desarrollo en un clima de lo mas distendido, y sin animo de tragedia. Compartiendo arroz y agua entre todos los presentes, que eran muchos. Después de haber estado unas dos horas y habernos reverenciado a modo de rezo para una oración que duro unos minutos la gente comenzó a retirarse.

 Y finalmente el viernes, y durante cuatro horas Tang se saco las ganas de estampar sus artes en mi brazo izquierdo. 
 Este lugar, me dio quietud e intensidad al mismo tiempo. Me acobijo de una manera dulce, y me permitió conocer muy de adentro una cultura tan diferente para mi, pero que al mismo tiempo siento muy cerca. 
Sin duda alguna, mi paso por Pai no fue para nada intrascendente. 
 Ya mañana, en horas del mediodía voy a viajar unas dos horas, hasta llegar a un monasterio cercano a un pueblo llamado Mae Hon Song para experimentar unos días de meditación y yoga.